miércoles, 18 de junio de 2008

Sin título



Quizá él, no debiera esperar, quizá no tendría que ofrecer la cara al viento, entregarse al hambre, mostrar palabras como harapos, como llaves equivocadas.
Tal vez, esperar, con los ojos al vidrio, masticar el afuera como un espectáculo ajeno, sería lo inútil, la pregunta por la casa que guarecía, ahora que ningún gesto, ninguna palabra, ahora que solo encuentra el mapa de la espera en la música, al suelo, al pozo dónde la mirada piensa en lo perdido, en puertas que se desmayan, en brazos que caen hacia los lados, y siente que es tarde para esperar cuando la desesperanza se anuncia en la boca, como un presagio que delata, el pulso de la tristeza, el llamando a lo ultimo, a lo posible, al silencio.




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